El 7 de agosto de 1819, hace 206 años, en las tierras altas y frías de lo que hoy es Colombia, no solo se libró una batalla, sino que se forjó una leyenda. En el campo de Boyacá, se selló el destino de una nación y se escribió un capítulo de gloria con la audacia de hombres como José Antonio Anzoátegui.
La historia cuenta que el ejército patriota, liderado por el Libertador Simón Bolívar, era una fuerza heterogénea, curtida por la marcha y el hambre, pero templada por la sed de libertad. En este épico escenario, la División de Vanguardia, bajo el mando de Anzoátegui, se convirtió en el martillo de la contienda. Con solo 29 años, Anzoátegui era un coloso de la guerra, un venezolano de temple acerado que personificaba la audacia de la causa independentista.
La batalla comenzó con el enemigo realista, al mando del coronel José María Barreiro, posicionado estratégicamente para defender el Puente de Boyacá. Los realistas, confiados en su posición y su disciplina, esperaban repeler el ataque patriota. Pero subestimaron la furia que se gestaba en el corazón de los combatientes de la División de Vanguardia.
Mientras las fuerzas de Francisco de Paula Santander se encargaban del flanco izquierdo, Anzoátegui, al mando de su división, tomó el flanco derecho. Su misión era envolver al enemigo, desbaratar sus filas y cortarles la retirada. Fue en ese momento cuando la figura de Anzoátegui se alzó en el fragor de la lucha. Montado en su caballo, con el sable en alto, se lanzó contra la línea enemiga con la fuerza de un rayo, seguido de cerca por sus hombres. No eran solo soldados, eran hermanos de armas, y Anzoátegui los guiaba con un coraje que inspiraba a cada uno de ellos a superar el miedo.
En medio del tronar de los fusiles y el choque de los sables, la ofensiva de Anzoátegui fue implacable. Sus tropas cargaron con una ferocidad tal que la disciplina realista comenzó a resquebrajarse. El ímpetu de los patriotas rompió las formaciones enemigas, desorganizando su defensa. El caos se apoderó de las filas españolas.
El golpe de gracia llegó cuando Anzoátegui logró cercar a una gran parte del ejército realista. El coronel Barreiro, al ver que sus flancos habían sido rotos y que la retirada estaba cortada, se dio cuenta de que la batalla estaba perdida. La lucha culminó con la rendición de más de 1.600 soldados realistas, incluyendo al propio Barreiro.
La victoria en Boyacá fue total y decisiva. No solo significó la liberación de la Nueva Granada, sino que abrió el camino para la creación de la Gran Colombia. José Antonio Anzoátegui, el valiente y audaz general, fue una pieza clave en esta epopeya. Su liderazgo y coraje en el campo de batalla no solo le ganaron un lugar en la historia, sino que también le valieron el respeto eterno de sus hombres y el reconocimiento como uno de los héroes más grandes de la independencia. A 100 días de esta victoria, el héroe moriría de manera repentina, pero su legado ya estaba escrito con tinta de gloria en las páginas de la libertad.